Reflexiones para tí.

Cuestión de proporciones

Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Romanos 8:18.

El apóstol Pablo, inspirado por Dios, nos invita a mirar los acontecimientos dolorosos del presente desde la perspectiva de la eternidad, tal como lo expresa en nuestro texto de reflexión para hoy. Y nos dice que no hay punto de comparación entre lo que nos toque gozar o padecer aquí, por feliz o doloroso que sea, con la inefable dicha eterna que nos espera cuando Dios nos lleve al Hogar celestial. ¿Qué son ochenta, noventa o cien años (en el mejor de los casos) de esta vida terrenal, aun cuando pudiéramos vivir de la manera más feliz y placentera, llena de comodidades y lujos, en comparación con la eternidad que nos espera? Y, por mucho que suframos en esta corta vida terrenal, cuando lleguemos a la eternidad, y empecemos a disfrutar de la indecible felicidad de esa vida mejor que Jesús está preparando, miraremos hacia atrás y sentiremos que nuestros sufrimientos fueron muy pasajeros, muy efímeros, en comparación con toda la alegría que gozaremos para siempre. Es una cuestión de proporciones.

Por eso, el cristiano debe vivir su vida con esperanza. Nuestra conciencia, como cristianos, de que Cristo regresará a la Tierra a buscarnos y a llevarnos a la Patria celestial nos debería dar la suficiente fuerza para afrontar los padecimientos que nos toquen en esta vida terrenal. Sabemos que nuestros sufrimientos no durarán para siempre; que nuestro destino no acaba en este mundo lleno de dolor y en una tumba fría. Sabemos que finalmente saldremos de este “acuartelamiento” en este planeta en rebelión, y que pronto estaremos en el Hogar. Y, particularmente, quienes vivimos en este momento dramático pero privilegiado de la historia, podemos tener la certeza, por encima de toda otra generación anterior, de que estamos en el tiempo del fin, y que pronto Jesús volverá y se concretarán nuestras más caras esperanzas de liberación del mal y del dolor, y de vida eterna.

Mantén, entonces, tu corazón siempre puesto en ese futuro glorioso que Dios tiene reservado para ti, libre de dolor, llanto y muerte.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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