Reflexiones para tí.

El glorioso carácter de Dios

Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado. Éxodo 34:5-7.

¿Has deseado en alguna ocasión VER a Dios? Estoy seguro de que sí. Creo que, si eres de verdad creyente, seguramente esta es la mayor aspiración de tu vida: tener un encuentro personal con Dios; verlo cara a cara; contemplar su gloria. Porque sabes, en lo profundo de tu alma, que nada hay más bello, sublime y glorioso que la Persona de Dios, el Ser en el que se encuentran y concentran todos los bienes y las bondades, y la felicidad inefable y eterna.

Moisés también tuvo esta aspiración. “él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria” (éxo. 33:18).

Como respuesta, Dios le promete:

“Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti” (éxo. 33:19).

¿Por qué consideró Dios tan importante hacer esto, proclamar su nombre, cuando lo que Moisés le pedía era poder ver su gloria? Porque, al proclamar su nombre, Dios se define a sí mismo delante de Moisés, y proclama lo que es más glorioso en él: su carácter, su ser moral íntimo.

Por encima de todos sus atributos, lo más excelso y sublime que define a Dios es su carácter. Y eso es lo que Dios sabía que, en definitiva, Moisés, al igual que todos nosotros, necesitaba conocer.

En el carácter de Dios hay un adecuado y exquisito equilibrio entre la misericordia y la justicia; entre el espíritu comprensivo y la verdad en su mayor pureza. No es el juez dictatorial, opresivo, mutilador, que tantos enfoques religiosos han retratado a lo largo de los siglos; ni tampoco el gran “papá Noel” que no se mete en nuestra vida, dejando que hagamos de nuestro mundo un caos y nos destruyamos los unos a los otros sin intervenir nunca para poner orden y resolver las cosas. Es un Dios de amor; ES amor (1 Juan 4:8), y en ese amor están conjugados admirablemente la justicia, la verdad y la misericordia.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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